Obituary of Antonia R. Vilchez

SEMBLANZA Antonia Reynaga Cardenas, nació un 12 de Febrero de 1927. Hija de padres ayacuchanos Doña Victoria Cardenas y Don Juan Reynaga quienes tuvieron 5 hijos: Carmela, Antonia, Moisés, Francisca y Bertha. Antonia contrajo matrimonio con Adrián Vílchez y fruto de esta unión, nacieron sus 9 hijos: Teresa, Margarita, Elena, Rosa, Adrián, Inés, Luzmila, Cesar y Arturo. Antonia y Adrián fueron unos padres ejemplares dedicando todo su tiempo y esfuerzo a la crianza de cada uno de sus hijos, con un amor incondicional y digno de admiración. Su vida fue todo un ejemplo, incansable, diligente, persistente, estricta como debía ser pero justa y amorosa a la vez, discreta y seria, pero cómplice de los nietos cuando se trataba de ocultar una travesura, hábil con sus pequeñas manos, capaz de hacer maravillas, Antonia fue una eficaz administradora del hogar, siempre dispuesta a aprender algo más y a sacrificar todo, jamás se dejó amilanar por los malos tiempos. El paso de los años estuvo marcado por los cambios propios de toda familia: graduaciones, matrimonios, nietos, viajes... Y así Antonia llego a su nueva casa en Los Ángeles dejando la mitad de su corazón en Lima. Unos años después y gracias a esa férrea voluntad que la caracterizó, se hizo ciudadana Americana, aunque nunca olvidó su tierra ni su familia, a quienes visitaba con frecuencia y que tenía siempre en sus pensamientos. Partió con el Señor su esposo Adrián y su hija Elena y el 25 de Junio del 2015, ella fue a darles el encuentro. Hoy para todos nosotros es muy triste saber que nuestra querida madre, abuela y bisabuela ha finalizado su paso por este mundo, pero queda en nuestra memoria y recuerdo eterno todo aquello que fue en vida, buena esposa, buena madre, buena amiga y una gran consejera. En estos momentos de profundo dolor quisiéramos compartir con ustedes no solo nuestra tristeza sino también lo que significaba la presencia de nuestra madre en nuestras vidas. Sus palabras aun hacen eco en nuestros oídos, al igual que su risa, su alegría y felicidad. Le pedimos a Dios que la tenga en su lugar santo, que la corone de flores celestiales y la haga muy feliz junto a nuestro Señor y la Virgen María.